Los que se van y los que se quedan

Por María Yáñez | 10.11.2013
Tags Documentales, Low cost, Remix, Transmedia

¿Cómo se siente la migración desde los que se van? ¿Y desde los que se quedan? Un viaje a través de la colección de vídeos de Doc Next Network.

Los que se van y los que se quedan


Vivo en Galicia, una de las regiones más envejecidas de Europa. Hasta no hace mucho, era de las más empobrecidas también.

Los gallegos llevamos bastantes siglos sabiendo lo que es la precariedad. En el siglo XIX protagonizamos algunos de los movimientos migratorios más importantes del sur de Europa. Junto con italianos y polacos, nos embarcamos a Argentina, Cuba, Brasil, México, Venezuela… Tengo pocos vecinos que no tengan familia allí.

A mediados del siglo XX, con media España derrotada en la Guerra Civil y bajo el régimen de Franco, seguíamos igual de pobres, y nos fuimos a buscar trabajo a Suiza, Francia, Alemania, Reino Unido. Éramos mano de obra barata y de calidad, y además no dábamos problemas. La represión franquista nos enseñó a no darlos, y de qué forma.

Nuestra historia es una historia de migración. Nuestros bisabuelos y nuestros padres salieron afuera a buscarse la vida. Ahora muchos de nosotros también lo tenemos que hacer. En el medio también hemos recibido a gente de otros países. Lo seguimos haciendo, porque pese a todo todavía hay muchos sitios donde hay menos oportunidades y se vive peor que en Galicia. Aún así, esta es tierra de paso. Son pocos los se quedan aquí mucho tiempo, a menos que hayan estado aquí toda la vida. Somos tierra de marineros, hemos surcado los mil océanos, con billete de ida y con billete de vuelta. Sabemos lo que es la épica del viaje, admiramos los relatos odiseicos de los que se van, envidiamos en el fondo su espíritu aventurero, pero lo hacemos con dolor. Porque si todos se van, aunque sea involuntariamente… ¿Quién cuida de los que se quedan?

El viaje que me han sugerido los vídeos de Doc Next Network es un viaje dialéctico entre el aquí allá, entre el irse y el quedarse. Los dos lados de la orilla, las dos caras de la vida precaria a la que nos obligan las circunstancias, el poder político y económico, el entorno social... O quizá sólo el lugar donde nos haya tocado nacer.

 

"Souvenir de…", Giannis Adrimis (Estambul)

Todo eso va cambiando con la Historia. Cambian los lugares, las personas, los mapas, nuestras casas, nuestros itinerarios y también los ojos con los que miramos todo eso, la imagen mental que nos hacemos del mundo que no habitamos. Aunque nunca hayamos estado allí. Para eso sirven las postales, que también tienen dos caras: por una, los lugares que no conocemos, o que ya no reconocemos porque han cambiado. Por la otra viajan las relaciones con las personas que queremos y que se han ido.

 

"The Lights of Flushing", Anna Snowball (Cornualles)

Puede que esas dos orillas de la vida migrante tengan que ver con las dos caras del capitalismo. La parte productiva y la parte reproductiva. Alguien tenía que emigrar para ganarse el pan, alguien tenía que quedarse para cuidar a la familia, la casa, las pocas cosas que había en común. Pocas veces esos roles se elegían. Y la sensación de abandono afecta a todos, a los que se van y a los que se quedan. Pero el resultado es que allí donde llegan los migrantes el panorama es de futuro y de progreso (aunque no deje de ser precario, al contrario). Allí donde se quedan, se queda con ellos el pasado y la vida que hay que dejar atrás.

En este pueblo de Cornualles, los que se quedan son pocos y viejos, y viven de los recuerdos del pasado, porque el futuro parece que es algo que sucede en otra parte. Compartir sus tradiciones, trabajar juntos para preservar lo poco que les queda, como poner las luces de Navidad, es a menudo una razón suficiente para quedarse. La esencia de una vida lo suficientemente buena. Puede sonar conservador, sí, pero es ese espíritu lo que mantiene a muchos pequeños territorios con vida en esta era que gira en torno a las grandes ciudades, a los países donde está la industria o el dinero.

 

"Self Portrait. Migration’s Biographies", Ariana S. Cota (Granada)

Ariana también es de las que se quedan (por el momento). Nos cuenta cómo su vida ha estado marcada por otras vidas de personas que se han ido, que se han quedado, que han vuelto. Y nos hace ver cómo, más allá de una decisión individual, las migraciones nos afectan a todas las personas en nuestras múltiples comunidades: los que viajan, los que se quedan, los que reciben y acogen…

 

"Ebb and Tide", Akile Nazli Kaya (Estambul)

Este vídeo lo protagoniza una familia turca, pero podría haber sido una gallega perfectamente. Un autorretrato de la migración al centro de Europa en los años 70, desde su periferia. Se grababa en S8 el recuerdo de una vida mejor, y también el relato del éxito para contarles a los que se quedaban en su país cómo les iba de emigrantes. Sólo se contaba la parte bonita, claro.

 

"Viet", Natalia Nguyen (Varsovia)

Una hija le pide a su padre que le cuente la historia de su migración desde Vietnam a Polonia. Ser hija de migrantes debe de ser una forma interesante de estar en el mundo. Heredas una patria, un origen, que no es la tuya pero que sumas a la del lugar donde vives. Pero sobre todo heredas todos los sentimientos que ese viaje arrastra. La curiosidad, la negación, la memoria, la morriña, el desarraigo... El querer ser parte de aquello que otros han dejado atrás.

 

Yo soy hija de los que se quedaron.

En cierto modo, porque ellos también migraron, exactamente 33 kilómetros, del pueblo a la ciudad.

Y años más tarde yo también migré, exactamente 100 kilómetros, de una pequeña capital de provincias a la capital gallega, que no es más grande pero sí más dinámica y joven, por ser ciudad universitaria.

Nada comparado con las grandes migraciones, pero la sensación de abandono permanece, cuando vamos a la casa vacía de mis difuntos abuelos, o cuando mis viejos se quedan solos los domingos por la tarde cuando me vuelvo a mi casa después de comer.

Me interesa la sensación de abandono como tema porque no es sólo una cuestión personal, lo vivimos en buena parte de Europa de forma colectiva. Y más en la Europa del sur, donde estamos asistiendo a un proceso de desposesión muy fuerte ante el cual la falta de trabajo y la consecuente emigración nos está dejando desvalidos, sin fuerza, dispuestos a ser colonizados por cualquier «inversor» externo que venga con billetes a sacarnos de la miseria a cambio de expoliar lo poco que nos queda, desde nuestros ahorros a nuestro territorio.

 

"Murciegalo", Rocío García Martínez (Sevilla)

Soy hija de la Galicia envejecida y precaria. Mis padres me tuvieron ya mayorcitos, y ahora siento muy de cerca su manera de hacerse mayores. Sin la distancia entrañable y condescendiente de una nieta (que, por edad, podría haber sido). Con la cercanía y la exigencia afectiva mutua de una hija, con el compromiso del cuidado y compartiendo el miedo al futuro y la soledad. A medida que envejezco con ellos valoro más lo que me han dado: la memoria compartida y la educación, el principio de todo. Me gusta mucho este vídeo, "Murciegalo", porque habla del miedo a lo desconocido y de los aprendizajes comunes que nos ayudan a afrontarlo, esos que aprendemos (o no) en casa.

 

"Una abuela andaluza", Juan Manuel Moreno (Sevilla)

Quienes más nos han enseñado en este sentido son ellas, nuestras madres y abuelas. Su capacidad de lucha, de resistencia (a veces confundida con resignación, cierto), todo lo que han tenido que sacar adelante en el espacio reproductivo y también en el productivo las hace superheroínas a mis ojos. Me ha costado reconocer todo ese esfuerzo en mi madre, por ejemplo, pero para mí ahora es una fuente de inspiración.

Aún así, la de nuestras abuelas es la Historia irrelevante de Europa. La historia en minúsculas, la que nunca nos han contado, y menos desde su punto de vista. Por eso es tan valiosa. Y de nuevo, la educación. La que no se aprende en la escuela.

 

"Llegando a todo", Raquel Campuzano Godoy (Sevilla)

Y a mi madre, Josefa, la veo reflejada en esta otra madre, Carmen. Aunque Carmen le ha echado y le echa muchas más agallas a la vida. Carmen es la resistencia, que aquí no se confunde con resignación. La lucha diaria. La vida sencilla en la que militan madres y abuelas, llevando la precariedad con mucha dignidad, y ayudando a recuperar esa dignidad a otras mujeres. La de Carmen es una vida en común fuera de lo común. Y saber coser es muy importante.

 

"Včeraj = jutri", Žiga Divjak (Liuvliana)

Si nos quedamos, no nos queda otra que juntarnos, aunque no compartamos ningún lazo afectivo anterior. Aprender a vivir en comunidad con otras personas que se han ido quedando solas es otra forma de migrar.

 

"Refika", Ozge Deniz Ozker

Al final, unos y otros vivimos historias parecidas, a un lado y al otro del viaje. La memoria compartida nos une y con ella construimos los relatos comunes en sus infinitas versiones, que nos ayudan a entender los misterios de la vida. Como el de Refika, la mujer de la fotografía antigua que viajó entre dos pueblos de Grecia y Turquía sin que sus habitantes tengan muy claro quién era ella.

 

Así, los mapas se recomponen, los relatos se reelaboran y ya no distinguimos muy bien cuál es el origen ni cuál es el destino en esta Europa confusa que nos ha tocado habitar. Ni sabemos dónde está realmente la épica del viaje. Quizá tampoco importe mucho. Compartimos memoria con mucha gente que está lejos y eso duele, pero también tenemos mucha vida que compartir con personas nuevas, que han llegado al lugar donde vivimos o que nos hemos encontrado allá donde hemos ido. Porque de eso se trata, de vivir juntos y de tener comunidades con las que protegernos frente a esta vida precaria. En Lugo, en Varsovia, en Estambul, en Flushing o en Sevilla. Aquí o allá. Nunca se sabe.

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