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Tags Cine, Documentales, Experimental, Ficción, Low cost
En literatura, la idea de generación es aquel conjunto de escritores vinculados por ideologías, estilos o por cierta proximidad ya sea física, intelectual o de fecha de nacimiento. Generación también deviene de la reacción artístico-cultural ante un hecho concreto como sucediera con la del 98 y su reacción en bloque ante el homónimo desastre. Actualmente, no hay nada, ni siquiera la profunda crisis a la que asiste nuestro país, que dé cohesión ni sentido a los distintos autores que están renovando el panorama audiovisual español. Algunos son emergentes, otros se han movido con libertad por aquella brecha que abrieron ciertos cineastas documentales a principios de la década. Quizá, a nombres tan dispares como Carlos Vermut, Andrés Duque o Eloy Enciso solo les una una cosa: hacer cine perdiéndole el respeto (como recientemente ya apuntara Carlo Padial, director de "Mi loco Erasmus" en la presentación del ciclo "Cine de guerrilla" comisariado por Jordi Costa). Una profunda cinefilia, esto es, un profundo amor al cine, y la más radical de las irreverencias sean entonces la combinación común denominador entre esta nueva generación de cineastas de voluntad transgresora. Autores que sobreviven auspiciados por las etiquetas impuestas por la literatura especializada o el festival específico: invisibles, independientes, marginales, periféricos.
Cineastas que, de momento, viven instalados en el éxito entendido como supervivencia y que podrían dividirse, si tuviéramos que hacerlo, en dos bloques transfronterizos que se miran entre sí. Uno, el formado por aquellos directores cuyas obra se imbrica en la no-ficción, en el difuso límite entre el ensayo, el videoarte y el documental, instalados en la más pura heterodoxia y la experimentación formal y otro, aquel que hunde sus raíces en el realismo, el costumbrismo y el esperpento de la tradición española. El primero de ellos, (Andrés Duque, Lluís Escartín, Victor Iriarte, Elías Siminiani, colectivo los hijos, Víctor Moreno, Ion de Sosa, entre otros) con foco en el Festival Internacional Punto de Vista de Pamplona (al que se suman múltiples plataformas e iniciativas afines: Playtime Audiovisuales, Emergentes y Sumergidos en Barcelona o el presente ciclo "Urgencias de la contemporaneidad" del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía).
El segundo, el formado por Carlos Vermut, Juan Cavestany, Venga Monjas y Carlo Padial (por mencionar a los más representativos) con foco en el Festival de Sitges, un festival que se preocupa exponencialmente con cada edición de la cosecha nacional y que tiene su resonancia en propuestas más pequeñas como el Festival LowCost de Barcelona, Abycine o el más reciente Cinemad.
En otro artículo, podríamos dibujar las genealogías, rastrear a otros francotiradores españoles y mapear nuestra cinematografía. Allí daríamos con Carles Mira, Gonzalo López Gallego, Juan Sebastián Bollaín, Antoni Padrós o Tino Calabuig. Todos ellos vivieron otra España alterada. En la de ahora, vivimos un momento confuso, de vigorosa esquizofrenia, en el que asistimos simultáneamente a la descomposición del tejido cultural (y a la defunción con carácter oficial de nuestra producción más industrial) y a la proliferación de nuevas ventanas, centros, medios especializados y nuevos públicos.
Mientras lidiamos con tal confusión nacional, otras iniciativas y plataformas se hacen eco, desde lejos, del ruido que aquí se produce. Plataformas a las que debemos el título de este artículo. Tanta revolución ha llegado al otro lado del Atlántico y ha encontrado su lugar en el inminente Festival Internacional Mar de Plata, en una sección con entidad y vida propias que se desengancha de otra, "Estados Alterados", para convertirse en la "España Alterada". Comisariada por Cecilia Barrionuevo y Marcelo Alderete, dos programadores que sienten el cine bajo términos de resistencia, la sección recoge lo mejor de la producción española independiente del pasado año y que no escatima en títulos: desde la propuesta iconoclasta de Javier Rebollo y su "El muerto y ser feliz", "Mapa" el primer largometraje de Elías Siminiani, la última pieza de Isaki Lacuesta, los experimentos formales de Victor Iriarte ("Invisible") y Virginia García del Pino ("El jurado") o el sensacional cortometraje en clave de comedia negra "Don Pepi Popi" dirigido por Carlos Vermut. Completa este generoso foco a la producción española, la presentación del libro "Territorios y fronteras: experiencias documentales contemporáneas", libro de autor colectivo, poliédrico así en forma y contenido, y que recoge las experiencias de muchos de los directores aquí citados.
Desde Londres, opera Sin Fin Cinema, una iniciativa que se presenta como Val del Omar despedía sus piezas. Otro empeño personal, en este caso de la española Virginia Pablos (auspiciada por el también realizador Rafael Ayuso) quien lleva, desde hace poco más de dos años, esta organización multidisciplinar dedicada al arte y especializada en la distribución de cine español. Sus programas y comisariados, que varían de las obras de Fernando Arrabal a las más recientes "True Love" de Ion de Sosa o "Holidays" de Víctor Moreno, han llegado a ventanas indiscutibles como la Tate Britain y el festival de cine de Londres o el más reciente Festival de Cine Español en Berlín.
Este artículo fue originalmente publicado en "Numerocero" en noviembre de 2012. La imagen que lo ilustra pertenece al film "Dispongo de barcos" de Juan Cavestany.