El sinsentido de un disparate consentido

Por Felipe G. Gil, Rubén Martínez | 3.09.2012
Tags Hipermedia, Televisión, Youtube

El 14 de marzo de 2011 la vida del joven Casey Heynes cambió para siempre. Un vídeo tuvo la culpa. En él, se ve cómo otro joven llamado Ritchard Gale lo acosa abiertamente.

El sinsentido de un disparate consentido


Heynes respondía con cierta quietud a las amenazas y golpes de su acosador. Hasta que el final mostró un cambio de giro en el guión. Heynes, harto de ser acosado, coge en peso a Gale y lo hace impactar violentamente contra el suelo. Ha nacido un héroe.

A pesar de que el vídeo fue borrado de Youtube (por infringir sus normas de uso), fue republicado en numerosos foros/blogs/webs de manera que se viralizó. La red rebautizó a Heynes como Zangief Kid (referencia cruzada a un personaje de la saga de videojuegos "Street Fighter"). En la mayoría de lugares donde podía leerse su historia, quienes publicaban el contenido ensalzaban su heroicidad. Incluso a pesar de la impresión que provoca el golpe del cuerpo de Gale contra el suelo, no es difícil empatizar con Heynes. Aferrado a sus instintos, probablemente Heynes haya purgado con su acto irracional los deseos de muchas personas que alguna vez han sido acosadas.

A partir de ahí, la remezcla, la memética y la viralidad hicieron el resto. Heynes se convierte en objeto de muchísimas réplicas hasta el punto de convertirse durante unos meses en una especie de héroe contemporáneo con la cuenta corriente de capital simbólico absolutamente desbordada. El cash flow del prestigio social está que arde. La situación llega hasta el punto de que el original acosador, humillado por hordas de adolescentes digitalizados, decide realizar una entrevista para enseñar sus heridas y para tratar de darle la vuelta a su condición, demostrando todo el arrepentimiento y bondad que no parecen percibirse en el vídeo, aclamando, no sin razón, el cese del acoso digital al que ahora estaba siendo sometido.

Pero el foco de nuestro análisis se centra en lo que sucedió a continuación. El segundo giro, tal vez no tan inesperado. Justin Bieber, la estrella por excelencia del pop adolescente y en un acto presumiblemente diseñado por sus esbirros del marketing –«¡esto lo está petando, escúchame mocoso!»– decide invitar a Heynes a uno de sus conciertos y mantener un encuentro que, por supuesto, sería grabado y devuelto a la red que ha encumbrado a estos dos personajes.

Henos aquí. Ante este documento de la contemporaneidad que podríamos dejar pasar. Pero... ¿por qué no analizar este meme desde un punto de vista cultural? Para ello, aplicaremos pequeñas dosis de sociología de la cultura e intentaremos detectar algunos patrones de funcionamiento propios de la industria del entretenimiento.

El paso de lo escénico-viral a lo escénico-live

Resulta que algo/alguien se pone muy de moda en la red y Justin Bieber lo invita a su concierto. Es decir: «Mirad, os traigo eso que estáis clamando en la red, lo meto en mi concierto; abro una ventana en mi espectáculo para que podáis vivirlo en persona». Y resulta que, claro, Heynes no tiene gran cosa que decir. Él simplemente se ha encontrado con esa respuesta social a un gesto que hizo por puro instinto y que no puede reproducir. Haciendo pause en este punto, existían dos posibilidades: 1, que Heynes se mostrase muy contento e hiciera un guiño a Justin Bieber gritando el título de una de sus canciones (precisamente la que se supone alude a un pasado donde Justin cuenta que fue acosado); 2, que Heynes cogiera a Justin Bieber y lo estampara contra el suelo, como queriendo decir «así soy yo todo el rato». Obviamente, lo segundo nunca ocurrió (salvo en tu mente en estos momentos).

Las convenciones sociales en la lavadora memética

Se conviene que en la red ese gesto salvaje (muy salvaje) muestra una actitud de superación. Siguiendo la naturaleza de la memética, no hay que considerar si la base del significado es errónea o no, lo que hay que considerar es la adición de nuevas capas al significado original. Así, una pequeña monstruosidad, se convierte en un acto heroico y resulta que responde a un lema atávico: ojo por ojo, diente por diente. Esto estaba en el ADN de Charlton Heston. ¿Recordáis? "From My Cold Dead Hands". Llevar un arma por legítima auto-defensa, estampar a niñatos contra el suelo... y finalmente la encarnación de ese "ojo por ojo contemporáneo": se sube a un escenario con la ovación de miles de seguidores de Justin Bieber. La persona que se convierte en meme que se convierte en meme personificado.

El disparate consentido

Y así tenemos un plato de doble moral con ración de memética y convenciones sociales al más puro estilo USA. Amazing Hero, así es presentado Heynes. Se ha convenido que su acto fue heroico y por tanto tiene sentido encumbrarlo junto a Justin Bieber. Justo cuando el fenómeno viral está en su momento álgido. El resultado final es un disparate. Pero, si estás metido en este tipo de consumo cultural y te has sumergido en toda la piscina viral, te puede parecer hasta solemne.

Cerramos con una reflexión de un gran sociólogo que murió hace una década pero que os puede responder por Twitter.

Decía Pierre Bourdieu respecto a las convenciones sociales en la época de Luis XV: los franceses se arrodillaban frente a su Rey ya que, por su atuendo, su habitus y su rango social, lo reconocían como alguien de altura divina. El capital simbólico que desprendía venía determinado por la capacidad de reconocer los gestos, los ropajes, la peluca. Si un senegalés se hubiera cruzado con Luis XV es muy probable que o bien hubiera pasado completamente de él o bien le hubiera parecido un individuo tan exótico como ridículo.

La imagen que ilustra este artículo es un fotograma del tercer vídeo referenciado.

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