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Tags Cine, Multimedia, Política, Remix, Transmedia
Estamos en medio de una situación socio-política que suena a ruido blanco. Un gaznate mediático nos engulle y nos obliga a vivir en un estado de sitio mental en el que pareciera que pensar en cualquier otra cosa que no sea la crisis o cómo solucionarla es de mal gusto. Pero en medio del tsunami de noticias plagadas de datos cada vez más lamentables o frases absurdas de esos profesionales de la mediocridad que se hacen llamar así mismos políticos, suceden cosas.
Cosas como este remake que se ha viralizado del cartel de la película "Carmina o revienta" de Paco León.
Su autor se llama Rubén González, reside en Sevilla, es técnico informático y administrador de sistemas, y le gusta «estar continuamente alerta por si surge una idea que puedas cruzar con otra ¡y zas!». Usa Twitter y para él «en este sentido es muy útil, una gran fuente de información en el que estar al tanto de casi todo lo que pasa». Aprendió a usar Photoshop de forma autodidacta y este tipo de montajes los realiza en su tiempo libre.
¿Qué conclusiones podemos extraer de este proceso?
En EMBED hemos teorizado poco sobre el concepto de «audiovisual integrado». Quizás porque asumíamos que el propio significado de EMBED (integrado/intregrable) sería una explicación en sí misma. Pero un remake a partir de un cartel de una película de moda que incluye una crítica política: es audiovisual integrado. Porque sin ser un vídeo, supone un ejemplo muy concreto de una sociedad cada vez más audiovisualizada, que remezcla medios y formatos, reintegrando y reinventando imaginarios y contextos continuamente.
Cuando Rubén publicó en Twitter su remake, apenas 30 personas lo mencionaron en Twitter. Además, no se lo pasó a Paco León «porque me dio bastante apuro, no sabía cómo se lo podía tomar, cambiar el cartel de SU película y, lo más grave, ¡cambiar a su madre por Rajoy!». Pero otro usuario lo hizo por él. Así fue como en apenas 24 horas desde que Rubén la publicara, Paco León reenvió la imagen y en menos de una semana ya ha recibido 4.500 RTs y ha sido citado por múltiples blogs, foros, etc.
Pero Pero León no citó a Rubén. Y ni siquiera el hecho de que en la parte baja del cartel Rubén situara un elegante logo de Twitter acompañado de su usuario ha conseguido que su trabajo haya sido citado. «Lástima que no sea mi tuit porque te quedas con la sensación de que la gente no sabe que es tuyo. Aún así, muy contento por la difusión del montaje».
Existen múltiples motivos para que un contenido se viralice. Quizás un par de ellos podrían ser:
Que sea publicado por una persona o espacio digital que conecten con audiencias masivas.
Que el contenido utilice un imaginario fácilmente reconocible y realice sobre éste una transformación y/o adaptación que conecte con otro imaginario social en plena ebullición.
A partir de ahí -y en la mayoría de los casos- se difumina la autoría del contenido viralizado. Y eso genera contradicciones para el autor. La ambilavencia es: si llega a mucha gente, es porque merecía la pena compartirlo. Pero si no saben de quién parte, ¿cómo puede sentirse quién lo hizo? Hay ocasiones donde encontrar el origen de un meme o de un proceso de reenviado masivo, resulta un trabajo detectivesco de lo más complejo. Es un tema interesante sobre el que habría que ahondar.
Rubén parece tener bastante claro que era imposible que Paco León fuera a reprobar su remake: «La verdad que no me planteé nunca que se me pudiera acusar de plagio, ni nada parecido. Es un montaje con dos fotos sacadas de internet con un contenido crítico pero visto con humor. Ni hay ánimo de lucro con la foto ni creo que haga mal a nadie». Probablemente, siguiendo la Ley de Propiedad Intelectual al pie de la letra, lo que ha hecho Rubén sería ilegal. Pero resulta interesante observar como su afirmación pueda desvelar algo que pueda estar consolidándose en el sentido común de cualquier persona que haya asimilado las consecuencias de vivir en una sociedad en red: si no hay ánimo de lucro la remezcla debe estar permitida siempre. Es lo que en Estados Unidos se conoce como Fair Use (uso justo) y que ampara a creadores para realizar versiones-remezclas-apropiaciones siempre que su uso final sea educativo y/o artístico además de no lucrativo. Y es algo que en España ya estamos tardando en tratar en reclamar en las normas que rigen este tipo de juegos sociales.
No siempre un contenido que se viraliza es crítico. En muchas ocasiones (especialmente si parten de la publicidad) muchos no pretenden transformar ningún sistema social, tan sólo lo reproducen. Pero no es el caso de Rubén:
«Cada uno muestra sus inquietudes y reivindicaciones como puede o cree conveniente (...) Hay gente que se manifiesta, hay quién hace una pancarta reivindicativa, otros muestran sus ideas en un blog y yo... Hago algún montaje que otro».
Como Jenkins se preguntaba en su capítulo de "Convergence Culture" titulado "Photoshop para la democracia", «¿cuándo seremos capaces de participar en los procesos democráticos con la misma facilidad con la que hemos llegado a participar en los reinos imaginarios construidos por la cultura popular?». Resulta obvio pensar que lo que ha hecho Rubén no supone ninguna solución real ni directa a los problemas que tenemos. Pero sí es una expresión pública que representa una nueva forma de participación política.
Así que, Carmina: emigra o revienta.
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