Low cost high end

Por Jorge Carrasco | 2.01.2010
Tags Cine, Low cost

La democratización de la producción-distribución audiovisual permite producir a más personas. Pero viene acompañada de nuevos problemas poco debatidos.

Low cost high end


El vídeo del desembarco en la playa de Omaha es ya casi un clásico. Nos muestra realmente lo que imaginación, talento y poco dinero pueden conseguir. Quizás no tan poco como puede dejar de entrever el vídeo (hay mucho trabajo de postproducción detrás), pero sólo es necesario compararlo, como indican, con la misma escena del Día D en la película "Salvar al soldado Ryan", de Steven Spielberg, que costó millones de dólares. Y, si nos vamos un poco más atrás, tendríamos que comparar la recreación de Spielberg, muy auxiliado por medios digitales, con otros desembarcos, como el de "El día más largo", de 1962, donde cada barco, cada lancha, cada avión y cada hombre sí estaban presentes físicamente en la escena.

¿Qué quiere decir todo esto? Simplemente, que los medios digitales facilitan y amplían las posibilidades de los creadores audiovisuales. Y que, dado que sus costes disminuyen día a día, pues entran en la dinámica del mundo de la informática (cada vez mejores, cada vez más baratos), permiten una verdadera democratización de la producción audiovisual de alta calidad: Low Cost High End. Basta echar un vistazo por internet para descubrir grandes obras, con una factura excepcional, realizadas por un puñado de personas. A veces incluso por una sola.

Esta bajada de costes en equipos de altas prestaciones gracias a la digitalización existe en toda la cadena de producción, desde la cámara hasta la exhibición. Hoy en día, con unos pocos miles de euros, se puede conseguir una cámara de Alta Definición y un equipo de postproducción profesional, dentro de las exigentes normativas broadcast que definen el mundo de la televisión.

Pero hay varios problemas. El primero, claro, es el talento. Una amiga escritora me dijo una vez que lo peor que le había pasado a la literatura es la invención del Word Perfect y las impresoras de inyección. Decía que con esas herramientas y una buena encuadernación, todo el mundo podía tener la sensación de ser escritor, de producir un libro, una novela. Lo que les hacía considerarse escritores. Pero claro, para ella, escribir era otra cosa.

Primera regla: que se pueda, no quiere decir que se deba. Que se puedan contar historias con poco dinero, no quiere decir que éstas sean realmente interesantes. Crear es más una cuestión de necesidad y de talento que de posibilidad.

La realidad es que ha estallado la producción de contenidos audiovisuales. Pero personalmente no he visto un estallido parecido de talento. Alguna joyita, de vez en cuando, pero por lo general las nuevas generaciones, animados por el low cost, más parecen querer repetir modelos anteriores que innovar en nuevas propuestas (y no, el cine de Cassavetes, a quien admiro, no es moderno, amigos: tiene más de cuarenta años).

Otro problema es que no todo es gratis. La parte proporcional del presupuesto de una producción cinematográfica convencional que se dedica a los medios técnicos no es excesiva. Entre un 15 y un 25%, de media, quizás. Y cuanto más cara es la producción, menor es el porcentaje, pues es prácticamente un fijo. Este fijo de producción es la única parte del dinero que se puede ahorrar en digital (salvando la distribución, de la que hablaré luego). El resto son sueldos, gastos de rodaje, comidas, transportes, decorados, vestuario, seguros, gastos de financiación, gastos generales, etcétera.

Cuando comenzó la Revolución Digital del DV, y luego del HD hace la friolera de menos de diez años, los que nos dedicábamos al cine independiente vimos una gran luz. ¡Podíamos derribar de un plumazo el «muro del primer plano»! Llamábamos así a la gran cantidad de dinero (medido en salario medio anual) que se necesitaba para rodar el primer plano de cualquier producción. A saber: cámara, objetivos, maquinaria, iluminación, negativo virgen, laboratorio, montaje... Si en una producción convencional, como digo, esto ocupaba el 15%. En una producción independiente podía alcanzar el 50, el 60 y hasta el 80% del coste total.

Nuestra idea es que podíamos ahorrarnos esa enorme cantidad de dinero (que se situaba siempre detrás de la cámara, en lo que no se ve), imprescindible para decir el primer «acción», y lo podíamos reinvertir en lo que de verdad importa, (que es lo que está delante de la cámara, lo que se ve): actores, decorados, vestuario, iluminación, tiempo de preparación y rodaje... De esta manera, sacrificando un poco la calidad del continente (el 35mm, por ahora, sigue siendo insuperable en calidad) podíamos mejorar infinitamente la calidad del contenido, pudiendo competir de tú a tú con las producciones convencionales, sin tener que limitarnos a rodar siempre en interiores naturales, con poca luz, actores irregulares y muchas prisas.

Sin embargo, todo esto no ha sucedido. Lo que ha logrado el abaratamiento de los costes de rodaje es... rodar aún más barato. Es lo que se ha venido en llamar «coste cero», una de las grandes falacias de esta supuesta revolución digital, pues obvia la parte más importante de cualquier producción, que es el talento –y el sueldo– de los que trabajan en ella. Y además le falta el respeto al público.

De verdad, aparte de algún caso que otro, esas joyitas que de vez en cuando suceden, ¿alguien pretende seducir al público sin nada interesante que mostrar delante de la cámara? ¿Creemos que el público es tonto y se traga cualquier cosa simplemente porque somos muy simpáticos, muy indies o muy guays? Yo personalmente creo que si no respeto a mi público, no puedo pedir que mi público me respete.

Las imágenes deben hablar por sí mismas, deben defenderse ellas solas. Muchos creadores ofrecen un producto deficientemente terminado, pero luego te explican, muy amablemente, las enormes dificultades que tuvieron en el rodaje. ¿Pretenden explicárselas a todos y cada uno de los posibles espectadores? Me temo que es tarea imposible. Serás juzgado por tus obras, no por tus excusas.

También hay otro problema: la falta de formación. ¿Si me puedo comprar un Ferrari, esto quiere decir que voy a ser campeón del mundo? No, evidentemente: hay que saber pilotarlo. Los jóvenes creadores, por lo general, acceden a tecnologías sofisticadas con muy poco bagaje. Puedo dar fe de ello, pues personalmente me he dedicado a la formación en los últimos años. Incluso he constatado un hecho aún más curioso: un joven cineasta entusiasta pagará encantado ocho o nueve mil euros por una magnífica cámara «prosumer» para sus producciones independientes, pero verá con recelo pagar trescientos euros para que alguien le explique cómo sacarle el máximo rendimiento (sic). La realidad es que, sin bien estas herramientas low cost tienen grandes posibilidades, también tienen grandes limitaciones. Por algo la gama alta sigue siendo más cara. Por lo general, cuanta más sencilla parece una cámara, más limitada será y más trabajo dará al operador. Igual sucede con las herramientas de edición y postproducción no lineales. Trabajar con ellas sin conocerlas es como ponerle a nuestro Ferrari una L de novato indefinido. Ojo con las curvas, compañeros.

La distribución digital

A pesar de todo, el digital se ha ido abriendo camino. En producciones independientes y en producciones comerciales, incluso de muchos millones de euros. Sin embargo, y hasta hace poco, seguía existiendo un enorme embudo, que además lleva la manija de la financiación: la distribución.

El embudo se producía en todas las ventanas: salas de cine, televisiones, venta y alquiler al menor (DVD y home video). A la postre, al espectador sólo le llegaba lo que los distribuidores querían, dándose el caso que, por lo general, además eran parte interesada (también productores o explotadores de derechos ajenos en un territorio). Malo, muy malo para el productor independiente. En el caso del cine, además, se contaba con el sobrecoste de explotación que supone el tiraje de copias, unos mil euros por copia. Dado el estrés actual de las salas, con una rotación de títulos casi semanal, hoy en día sólo se puede asegurar (dentro de lo que cabe, pues el show bussines es un negocio de riesgo) un estreno exitoso con muchas copias y mucha publicidad: el Print&Adds que tan bien manejan las majors. Me temo, además, que la digitalización de salas no va a ser la panacea que muchos indies esperan. Por un lado, las majors aprovecharán el ahorro de coste para producir mejor y gastarse más dinero en publicidad. Por otro lado ya se está viendo que los llamados «contenidos alternativos» funcionan: deportes, conciertos, eventos en directo... El exhibidor, a la postre, es un señor que pone su sala a disposición del público (no del productor, como mucha gente piensa). Y si estos contenidos empiezan a tener demanda, lo que no podemos esperar es que las producciones que se caigan de la parrilla sean las grandes; todo lo contrario, serán las pequeñas las primeras en desaparecer.

¿Es internet la esperanza del mundo? Efectivamente, internet es la pata que faltaba a la revolución digital, pero es todavía una incógnita. Recordemos que "Youtube" no tiene ya cinco años... y todavía no es rentable. Internet supone eliminar cualquier embudo en la distribución de contenidos digitales. Ya no hay nada que impida que un espectador acceda al contenido de un creador. Eso está muy bien, pero una vez más nos encontramos con varios problemas.

En primer lugar, internet es un inmenso océano, donde es difícil hacerse visible. Y para hacerse visible, antes y ahora, la mejor manera es gastarse una enorme cantidad de dinero en publicidad. Incluso los sistemas P2P, de la web 2.0, redes sociales y técnicas virales de comunicación (lo que se ha venido en llamar el «boca a boca digital»), que en principio podían resultar un eficaz low cost de mercadeo y promoción, ya está siendo parasitado por los grandes anunciantes, lo que le resta eficacia. Cada vez será más difícil hacer ruido con pocos medios.

Otra cuestión que a nadie parece preocupar, pero que a mi modo de ver es básica: ¿qué modelo de negocio puede sustentar un cine y un audiovisual verdaderamente independiente? Producir es fácil: lo complicado es vender, rentabilizar. En España, el papanatismo y la demagogia de muchos ha asociado internet a «acceso gratuito a contenidos». Si eso no se corrige, el modelo camina a estar basado sobre la publicidad, como la televisión generalista. Pero el pastel publicitario es limitado. Crear más canales apenas genera más publicidad, sólo hace que se repartan más los trozos de la tarta. Se ha visto claramente con la TDT. Más canales no han significando más calidad, ni más variedad, sino profusión de refritos, programas de televenta, timoconcursos y mucha cutrez en general. ¿Por qué ha de ser distinto en internet?

El exceso de oferta obliga a una tremenda competencia en precios y, a larga, a presupuestos cada vez más ajustados. Los sistemas de producción digital abaratan un tanto, pero lo que ya se está viendo es que donde se está ajustando el coste es en todo: en decorados, en medios, en calidad... y sobretodo en salarios. La industria audiovisual no ha dejado de crecer en los últimos veinte años, pero mi experiencia es que los salarios profesionales llevan bajando igualmente veinte años. Y cuando ya no se pueden bajar más, se pide al profesional que trabaje más horas por la cara, o que haga el trabajo de dos o hasta de tres personas. Un inmenso sistema de producción low cost para beneficio de unos pocos. Realmente, es más que descorazonador.

Y sin embargo...

Y sin embargo, lamentarse ni quejarse sirve de nada. Nos guste o no nos guste, la revolución digital sigue su marcha. E internet sigue siendo una poderosa arma cargada de futuro. Con todos los peros, el low cost high end nos seguirá trayendo grandes obras. Y después de todo, el arte no siempre tiene, ni ha de tener, una recompensa económica.

Jonas Mekas, unos de los impulsores del cine independiente americano de los setenta del pasado siglo, acuñó una frase que sigue siendo válida: los «poetas de la luz», aquellos creadores cinematográficos que iban de festival en festival con su lata de 16mm o incluso de S-8mm bajo el brazo, compartiendo sus experiencias. Hoy podríamos hablar igualmente de «poetas digitales de la luz», que simplemente quieren comunicarse con los demás. Si hay algo profundo, interesante y hermoso en todo esto del low cos digital es toda esa enorme cantidad de creadores dispuestos a compartir su obra con los demás. Simplemente, aprovechémoslo.

La imagen es un frame extraído del reel de Compost Creative.

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