Cine XXI en marcha: las fábricas de films amateur

Por Gerardo Tudurí | 15.02.2012
Tags Cine, Crowdsourcing, Educación, Ficción, Low cost

Artículo sobre la iniciativa de Michel Gondry y los platós abiertos de cine popular. Desde el Pompidou a Madrid.

Cine XXI en marcha: las fábricas de films amateur


Michel Gondry es un cineasta francés que viene del mundo del videoclip y el spot publicitario con un universo creativo muy particular. De su cine se puede encontrar muchísima información, así que no nos detendremos en él. Sobre todo, nos interesa resaltar su formato de producción "L’usine de films amateur" (fábrica de películas amateur), a lo que quizá se preste menos atención y que es para nosotros lo más significativo de su actividad.

Estas «fábricas de películas amateur» son un espacio, a modo de plató, hasta ahora instalado en centros de arte de prestigio: New York, Sao Paulo y Paris, este último, en el centro de arte Pompidou, donde dicen que ha llegado a los 65.000 visitantes y más de 4.500 participantes que han realizado unos 311 films. En ellos los participantes pueden hacer en 3 horas sus películas e irse con un DVD para su casa.

Con este proyecto –dice Gondry– la gente hace su propia película y disfrutan de ella porque están en ella, porque la han creado. Es una experiencia distinta a la de ver un producto creado por un artista que expresa su punto de vista o bien por una industria que intenta responder a las supuestas demandas del público.

Hasta ahora son fábricas itinerantes que Gondry ha montado temporalmente en estos lugares de la, digamos, «cultura oficial». Antes de realizar próximas estaciones en Moscú y Johannesburgo, en Paris esperan para marzo inaugurar una de estas fábricas de manera permanente en Auvervilliers en el distrito de Seine-Saint-Denis, en los suburbios del norte de Paris, que según una de sus fundadoras, buscan convertirlo en «un espacio de encuentro y trabajo en libertad de los y las niñas de los barrios».

El gesto de Gondry para llegar a este concepto de «fábrica de cine popular» partió de su película "Be Kind, Rewind" (2008) donde dos jóvenes dependientes de un videoclub se encuentran de repente con que todas sus cintas están borradas a causa del magnetismo que uno de ellos había adquirido al intentar sabotear una planta eléctrica. Ante esta situación, y para salvar a sus pocos clientes, deciden rodar ellos mismos versiones en estética amateur de las películas que habían tenido ("Ghostbusters", "Men In Black", etc). Estas películas tendrán tanto éxito en el vecindario que sus clientes les comienzan a pedir más estas versiones que sus originales, obligándolos a entregarse de lleno a la producción de sus propias películas amateurs. Una historia que no deja de tener los ecos de lo que cuentan sobre el nacimiento de Nollywood, la ahora gran industria nigeriana de cine, allá por los años 90.

Hay, entonces, un primer paso destacable de todo esto. Gondry es capaz de reflexionar en su película la posibilidad de un cine hecho por gente cualquiera y luego decide llevarlo al plano de la realidad y poner en marcha sus «fábricas populares» en este formato de platós de cine.

En una entrevista comenta que le mueve en parte cierta culpabilidad por lo bien que va su carrera, que, a su vez, le ha despertado el deseo de compartir, de alguna manera, su oficio. En todo caso, el gesto de dedicar una parte de su actividad a algo que no sean sus propios intereses de autor y abrir entornos populares de creación, ya es digno de remarcar.

- Reportaje en Dailymotion

Por otro lado, acercar y convertir la producción de cine en algo cercano y accesible es algo en lo que venimos insistiendo hace años como un presagio del cine que viene y que ya está aquí, y no solo por Gondry sino por la emergencia de más experiencias como estas de las que nos vamos enterando. Nos alegra y estimula que un autor de éxito, aunque sea como la típica filantropía de ricos del cine, tome una iniciativa más democratizadora.

La creatividad –apunta Gondry– se distribuye demasiado poco. Hace tiempo que tengo el proyecto secreto de reciclar una sala (de cine en París) e instalar un espacio comunitario, en el que todo el mundo pueda filmar lo que quiera y luego proyectarlo. Esta utopía de un sistema autónomo, he tenido la oportunidad de concretarla en el marco ficticio de "Be Kind Rewind". A continuación he querido hacerlo realidad. El vídeo amateur se convierte así en un género con una estética y unas reglas propias, además de una reivindicación de la capacidad creativa de cada individuo.

La utopía de Gondry, en lo que podemos ver de sus experiencias, tiene aún la incertidumbre de su desarrollo, como lo tiene la de nuestro proyecto "Cine sin autor". Pero no es oportuno hacer una crítica de carencias sino de suma. Lo que creemos que le faltan a las fábricas de Gondry, no tenemos por qué reclamárselas al director francés sino seguir en nuestro camino y ponerlas en marcha.

Hace tiempo le llamamos a este formato de producción "Estudios abiertos de cine sin autor". Parece que las reglas del juego cinematográficas siguen tan vigentes como siempre. El cine venido de profesionales consagrados en la industria puede tener receptividad e inmediatos apoyos en los altos niveles culturales y el cine de fuera, ni existe. Nosotros, por ahora, estamos fuera.

Comentamos a continuación varios aspectos que nos gustaría enunciar como dimensiones que no están, al parecer, aún en el modelo actual de producción Gondry. De todas formas, habrá que seguir atentos a la fábrica de Auvervilliers que arrancará en los suburbios al norte de Paris el próximo mes. Será un lugar permanente, según comentan y tendrá otros desafíos.

Los aciertos de Gondry

1) Crear espacios, fábricas de producción, para personas visitantes de los grandes centros de arte, acercando el proceso de producción de cine a cualquiera, agrupando gente para la elaboración del guión y abriendo el protagonismo de la propia historia.

2) La técnica de la versión amateur de películas conocidas promueve un poco de irreverencia con ese cine que siempre se impone, al que solo hay que ver y que se presenta como intocable. Siempre, en las diferentes disciplinas artísticas, se ha recomendado comenzar copiando a los grandes para encontrar la propia personalidad creadora. Gondry invita, con la técnica del versionado amateur, a una cierta comprensión del cine que a cada uno le gusta por la vía de hacer una copia: «lo importante es el camino que recorren. Yo no quiero defender la imitación sino estimular a la creación. Y en este caso ellos empiezan tratando de querer copiar la película original y para ello se ven obligados a ser creativos. Pero sólo cuando entienden que lo son se dan cuenta de que ya no les hace falta imitar y que pueden crear».

3) Su iniciativa, siendo un director de éxito, generando espacios de producción populares, nos parece un camino digno para cualquier profesional de la industria que rara vez se preocupan más que de asegurarse el éxito de sus trayectorias o la promoción de su personaje.

A la par de estos aciertos que, efectivamente, abren pequeños caminos de democratización del cine, está la incertidumbre de su desarrollo. Estas fábricas pueden convertirse en estudios-itinerantes performativos para el turismo cultural de los grandes centros oficiales de la cultura. Por eso, parece un acierto que ya haya aparecido la necesidad de sedentarizar la experiencia de estas fábricas y hacerla en un suburbio de Paris.

En Madrid

Justo este año en que parece que nos acercamos a la apertura de unas infraestructuras en formato de "Estudio abierto de cine sin autor" en Madrid (aún no adelantamos nada por cábala), pues nos resulta estimulante encontrar muchos ecos en las fábricas de Gondry que nos ayudan a pensar las diferencias.

Comentamos algunas de ellas:

1) La posible banalización del «cine hecho por gente cualquiera», pues está ahí, como siempre, al acecho: «Simplemente se trata de reunir a diez personas con la misma energía y ganas de desarrollar su imaginación para que las entretengas, igual que si hicieran una película casera con sus amigos», dice Gondry. ¿Cine de entretenimiento otra vez? Puede que empiece a ser obvio para la industria y termine resignándose a que el cine surja de la propia población y que lo popular adquiera una nueva codificación en esto que llamamos la Segunda Historia del Cine. Podrían decirnos: «durante un siglo se entretuvieron mirando nuestro entretenimiento y ahora que ya hemos perdido la hipnosis rentable de nuestras películas, pues que se entretengan, ya no mirando, sino en fábricas que les montamos, en platós para amateurs y así se entretienen, haciendo sus peliculitas y versionando las nuestras. ¡Lo importante es que se entretengan con el cine!». No estamos en contra del entretenimiento, obviamente, pero ya hemos tenido bastante entretenimiento con el cine de «ellos» y miremos en donde está nuestra capacidad de imaginar otros mundos y otras sociedades. Al llamarse «fábricas de films amateur» nos preguntamos ¿por qué amateur? ¿Sigue siendo una producción de segunda clase? ¿No puede ser cine popular con seriedad? ¿No se va a involucrar a la gente en verdaderos procesos de reflexión narrativa, estética, cinematográfica, ideológica, política, a la hora de construir su representación? Viejo tema del cine: la producción popular ofrecida y sustentada por la alta cultura. El problema no es hacerlo en el Pompidou, el problema es que otra vez los vecinos que rodean al centro sigan sin aprovechar esa fábrica, sin ocuparla, sin apropiarse de lo que ahí se produce y que su producción se haga encerrada en un decorado ficticio y con poblaciones efímeras.

2) Otro punto, entonces, es la limitación hasta ahora de la experiencia a un plató artificial. Delimitación escénica. ¿Por qué no utilizar el «plató-mundo», el plató real, la ciudad real, las personas del entorno de la fábrica, sus habitantes, sus ropas, sus costumbres, sus intereses? ¿Por qué un plató diseñado por un director y su equipo? Si el cine ya abandonó definitivamente las restricciones del control espacial de los estudios y los platós ¿por qué en un gesto democratizador, se vuelve a la limitación de un decorado artificial? ¿Se democratiza el cine de estudio, el de la primera mitad del siglo pasado? Suponemos que no. Que es solo el arranque.

3) Tercer aspecto. El visitante efímero. Nos parece bien hacer cine con visitantes a la fábrica para que prueben el oficio, grupos que pasan, películas de tres horas como aprendizaje, experiencias cortas, talleres de producción. Esa, al menos para nosotros, es una dimensión de difusión, de compartir los métodos de trabajo en breve tiempo, pero ¿solo esa población usuaria de los centros de arte puede disfrutar de una fábrica popular de cine? ¿No debería haber una población local que gestione la fábrica aunque sea progresivamente? ¿Entender lo popular como propiedad sobre los medios de producción, la gestión de lo producido? Aquí Gondry ha roto por fin el esquema de espectador que viene a mirar, ya que el espectador entra como tal y se convierte en el interior del plató, junto a otros, en productor. Nuestra experiencia nos dice que un solo proceso de película no es ni remotamente suficiente para desactivar y enriquecer la antigua mirada que nos ofrecía el cine. Así que, una participación efímera, nos lleva irremediablemente a un primer contacto, positivo en cuanto a que ocurre pero ínfimo en cuanto a apropiación progresiva de los medios y saberes de producción.

4) Cuarto aspecto. El tiempo de producción alejado una vez más del tiempo social de la gente. Cuesta mucho una progresiva apropiación de lo que se puede llegar a producir en una fábrica popular.

En resumen

Es una satisfacción que este formato creado por Gondry haya podido ponerse en marcha. Habrá que ver si la réplica que se espera producir no convierte la producción de cine en el nuevo entretenimiento popular que alimente la gran cultura para su conveniencia. Esa versión ya la hemos conocido cuando la vinculación de la gente al cine, de manera masiva, fue como espectadora. Ahora, que parece que ya es obvio que se puede vincular al cine como población productora, no queremos que se siga siendo solo entreteniendo banal, queremos producción desde lo local, historias, intereses y fantasías no estigmatizadas como amateur a la espera de profesionalización. Las fábricas o estudios abiertos de cine deben ser un emporio de conexión estable y organización continua para que colectivos ejerzan, de forma permanente, su derecho a fabricar su imagen audiovisual. De todas maneras, a Gondry le agradecemos su camino. Y si su formato es el comienzo de un entretenimiento masivo en torno a la producción, pues ya tenemos un peligro adelantado contra el cual prevenirnos. Al final parecería casi obvio que si se democratiza y se hace masiva la producción cinematográfica, una vez más estemos ante la clásica división sobre su uso: o lo popular como esa actividad permitida y promovida incluso por la alta cultura para el divertimento de la gente o lo popular como una producción desde la gente, con apropiación de medios y saberes, como una especie de socialismo audiovisual autogestionado. Nosotros tenemos claro que estamos embarcados en este segundo camino aunque no dejemos de lado el primero.

Artículo originalmente publicado el 12 de febrero de 2012 en el blog "Cine sin autor". La imagen lo ilustra es un fotograma del vídeo referenciado en el mismo texto.

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