Para la diseñadora india afincada en Londres anab jain, descubrir que su red “wireless” estaba siendo utilizada por sus vecinos le hizo reflexionar sobre lo poco que sabía acerca de esas personas que viven a su alrededor y que se introducen en el espacio electrónico de su red de datos. Para romper con este anonimato, estableció en la puerta de su casa durante cinco días un punto de acceso gratuito a Internet, ofreciendo a todos los viandantes la oportunidad de sentarse en su silla amarilla y acceder a la Red a través de su conexión inalámbrica doméstica. Las “Historias de la Silla Amarilla” son un ejemplo de cómo las ondas electromagnéticas (que no respetan las diferencias entre espacio público y privado, invadiendo calles y casas vecinas) pueden utilizarse como un recurso común que al ser compartido, refuerce el sentido de comunidad de los habitantes de una misma calle o barrio. Dejar abierta una red inalámbrica y ceder su uso a terceros -algo prohibido por la mayoría de los términos de contrato de las operadoras- se convierte en una estrategia para reclamar el uso del espacio público como territorio comunitario en el que se fomenta la comunicación cara a cara entre los usuarios.