El botón de ‘compartir’ sigue estando ahí

Estamos atravesando un momento extraño en relación con Internet y las redes sociales. Si en sus inicios la red se parecía que podría convertirse en una gran comuna digital, con espacios compartidos, abiertos y colaborativos, hoy nos encontramos ante una realidad muy distinta: la privatización casi absoluta de muchos de los entornos digitales que habitamos. Lo que antes era un lugar de encuentro con espíritu de Woodstock ahora se parece más a un centro comercial, lleno de escaparates, publicidad y espacios de compra-venta. 

La contradicción es evidente. Muchos de esos espacios que ayudamos a construir colectivamente están ahora sujetos a las reglas impuestas por sus propietarios. Los algoritmos están diseñados para secuestrar nuestra atención, generando serios problemas de salud mental —especialmente entre adolescentes—. Han vuelto las burbujas de género, como decía Delia Rodríguez, y hay cada vez más control sobre lo que hacemos o decimos. Todo se orienta a vendernos productos, muchas veces de dudosa calidad o sin ningún tipo de respaldo científico. Por si fuera poco, una de las redes en la que más tiempo hemos invertido se ha convertido en un hervidero de bulos y discursos de ultraderecha.

Ojalá todo fuera tan sencillo como abandonarlo todo. La realidad es más compleja. A pesar de todo, en algunas de estas redes siguen existiendo espacios de apoyo mutuo. Siguen circulando discursos transincluyentes y antirracistas. E incluso en Twitter (hoy llamada X) aún se puede encontrar solidaridad e información veraz. También hay dispositivos que escapan, al menos parcialmente, a la lógica de la ultra-privatización. Los memes, por ejemplo, siguen siendo pastiches rebeldes, de autoría difusa, que nos hacen reír, reflexionar o actuar. Y siguen existiendo creadoras de contenido que, en medio del lodo, intentan ofrecer algo más que una lucha por el «engagement»: historias que merecen la pena, preguntas que invitan a pensar, ideas que sí merecen la pena ser guardadas más allá del «swip». 

En nuestros inicios y durante muchos años, defendimos que la cultura libre podía hacerse incluso con hardware privativo. Esta postura nos valió críticas, porque algunos pensaban que hacíamos el juego al neoliberalismo disfrazado de cultura y conocimiento. Es posible que la tecno-utopía no previera todo lo que iba a suceder y que nos hayamos equivocado en algunas cosas. Pero también es justo señalar que el tecno-pesimismo, por sí solo, no construye nada. No genera nuevos imaginarios ni habilita espacios digitales habitables. Además, resulta que a veces sí que pasan cosas en algunos de esos centros comerciales. Vale la pena recordar —aunque ya casi nadie lo haga— que una de las funciones más icónicas de Twitter, el «retuit», nació de la práctica espontánea de la gente. No fue una invención empresarial, sino una práctica ciudadana: compartir información relevante de otras personas. 

Nos hemos resistido mucho a tomar esta decisión, y sabemos que muchas organizaciones y personas han optado por abandonar Twitter. Es comprensible y legítimo. No vamos a entrar en el debate sobre si hay que quedarse para contrarrestar los bulos de ultraderecha o si es mejor construir nuevos espacios como Mastodon o Bluesky. Lo cierto es que aquí habíamos construido una comunidad amplia y diversa. Y, aunque no sabemos qué nos deparará el futuro, lo que sí sabemos es que no vamos a seguir usando Twitter…pero tampoco lo vamos a abandonar del todo.

A partir de hoy, nuestra cuenta de Twitter solo publicará imágenes de lugares abandonados, sistemas de videovigilancia o cámaras que apuntan a espacios vacíos, lugares inhóspitos donde no hay gente. Es nuestra forma de protesta silenciosa ante la deriva de esta red social. Si algún día las cosas cambian, aquí estaremos. Mientras tanto, eso será lo único que compartamos aquí.

A partir de ahora nos podéis seguir leyendo en:

  • Telegram, donde seguiremos anunciando noticias.
  • Bluesky, donde empezaremos a publicar ciertos contenidos.
  • Instagram, (ejem, sí, esto habrá que abordarlo más adelante seguramente).

Y sobre todo, nos puede seguir leyendo en…

Sabemos que cada vez es más difícil hacer llegar un enlace pero una de nuestras intuiciones más firmes es que necesitamos recuperar soberanía digital, y eso pasa por publicar ideas, reflexiones y contenidos en espacios que podamos controlar. Archivos que no dependan de terceros. 

De momento, seguiremos usando el formato convencional: textos acompañados de contenido multimedia. Pero ojalá podamos hacerlo también con vídeo, audio y otras formas. Como quizá ya hayáis notado, en los últimos meses hemos estado usando más el blog. Esperamos que eso se convierta en una tendencia entre otras organizaciones.

Después de todo, los blogs siempre fueron una forma de ejercer un cierto amateurismo profesional. Que no es más que lo que somos con respecto a lo que hacemos: un grupo de personas que disfrutan aprendiendo de una práctica experimental como es la mediación cultural. Gente que, sobre todo, lo quiere es seguir compartiendo intuiciones, ideas y conocimientos con otras. Y es que ese gesto, el de compartir, aún resiste y sigue formando parte del imaginario de la mayoría de redes sociales, representando una pequeña esperanza sobre lo que podría salvarse de Internet.

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