
El último baile: nos despedimos de Commonspoly tras 10 años de aprendizajes
En 2025 se cumplirá una década desde que la primera versión prototipo de Commonspoly viera la luz y ahora, tras un largo viaje que nos ha permitido mutar y profundizar en las preguntas que lo vieron nacer, nos detenemos a reflexionar sobre todo lo aprendido y anunciamos la liquidación de las últimas 100 unidades físicas del Commonspoly – Edición Verde.
La historia del Commonspoly es también una de las historias que explica cómo hemos llegado hasta aquí: 2015 fue el año de los debates en torno a la gobernanza participativa, habían pasado cuatro años desde que la corrupción, las desigualdades y los recortes despertaran una ola de indignación en las calles. En el estado Español, tras las acampadas, el legado del 15-M se quedó en los barrios en forma de asambleas vecinales y de movimientos como las ‘mareas’, en defensa de los servicios públicos y contra las privatizaciones. Ese año, por primera vez en casi 40 de democracia, las ciudades con mayor peso político institucional del país no iban a estar gobernadas por ninguna fuerza política establecida sino por las nuevas confluencias municipalistas, al mismo tiempo, muchas comunidades trataban de emplear todas las herramientas a su alcance para subvertir las lógicas del poder hegemónico. El reto y la posibilidad de una reestructuración encaminada hacia la justicia social y el cuidado colectivo de los cuerpos y de los espacios que habitamos pasaba por desactivar los dispositivos que configuran las narrativas dominantes y la construcción de un imaginario autónomo y crítico que abriera el arco a nuevas preguntas.
“Caring for the city: Reclaim the commons” fue la temática bajo la que se celebró el último festival de ZEMOS98 en ese mismo año, para entonces ya sabíamos que esa cita sería una despedida pero lo que no sabíamos es que de ella nos llevaríamos la semilla de lo que más adelante se convertiría en mucho más que un juego de mesa. El festival fue el contexto en el que un grupo de participantes se propuso corregir un malentendido histórico que, tras un siglo, había llegado a nuestros días: el del diseño original del Monopoly, uno de los juegos de mesa más vendidos del mundo:
Elizabeth Maggie fue una ingeniera y escritora feminista estadounidense que en 1904 patentó “The Landlord´s Game”, un juego de mesa destinado a educar sobre las perversas consecuencias de los monopolios y la acumulación de capitales. Décadas después, cuando los derechos de Lizzie ya habían expirado, la compañía Parkers Brothers adquirió el diseño bajo el nombre de Monopoly realizando algunos cambios sobre el tablero original para que, entre otras cosas, fuera más fácil de jugar y arrebatándole su potencia original para convertirlo en un mecanismo doméstico de celebración y normalización de la privatización y la especulación capitalista.
Durante el festival el grupo de trabajo se enfocó, no tanto en restablecer el juego a su versión original, si no en piratear el tablero que todas conocemos, el del Monopoly, para convertirlo en un artefacto que expandiera la imaginación de otros sistemas socioeconómicos posibles. La mesa de trabajo que concibió el diseño del juego fue moderada por Guillermo Zapata y contó con la participación de Vassilis Chryssos, Francisco Jurado, José Laulhé, Carmen Lozano, Rubén Martínez, Peter Matjašič, María G. Perulero, Virginia Benvenuti, Natxo Rodríguez, Igor Stokfisiewski, Menno Weijs, Carla Boserman y Mario Munera.
Justamente esa autoría colectiva derivó en algo interesante. Durante un tiempo el juego permaneció cuidadosamente guardado en nuestras oficinas. De vez en cuando alguien nos preguntaba por él pero el respeto hacia esa colectividad hizo que el juego quedara en suspensión. No fue hasta el Idea Camp de 2016 que Vivian Paulissen y Menno Weijs (trabajadoras de ECF, la entidad organizadora del evento) se interesaron por tener un tablero impreso digitalmente y se hicieron varias partidas facilitadas por Carmen Lozano y Vassilis Chrysos. Gracias a ese impulso nos dimos cuenta de que había que hacer algo más y decidimos cuidar de esa semilla y canalizar los aprendizajes surgidos alrededor del potencial transformador de la idea de Commonspoly.
Aunque no teníamos conocimiento en producción o distribución de juegos de mesa, al año siguiente y en el marco del proyecto «Culture, City and the Commons» decidimos imprimir 200 unidades del juego presentados en una precaria pero vistosa cajita de cartón. También se subió la primera versión online descargable y editable para fomentar su desarrollo bajo una autoría colectiva. Así nacía la segunda versión de Commonspoly, la primera seriada.
Ahí comenzó una nueva etapa. En 2018 produjimos la tercera versión del juego, con modificaciones sustanciales y con una primera producción profesional. Queríamos que el juego lo pudiera tener cualquiera; montamos la web de Commonspoly y nos propusimos por primera vez su venta al gran público. Teníamos claro que queríamos que el juego pudiera seguir siendo descargado gratuitamente y que se produjeran nuevas versiones al margen de nuestro control, pero a la vez necesitábamos sufragar gastos de impresión y de distribución. El proyecto siguió siendo, tal y como se había concebido en un principio, un espacio de conversación y rediseño continuo que acumulaba conocimientos a medida que proliferaba y llegaba a más personas.
Empezaron a pasar cosas muy locas y muy bonitas: Una familia gallega nos escribió para decirnos que habían tenido problemas para imprimirlo pero que habían hecho una versión a mano de casi 1m2, el organizador de un Festival en Reino Unido nos contó que lo habían traducido al esperanto, un chico de Hungría nos contó que había desarrollado el diseño de una caja que mejoraba la nuestra. Y,sobre todo, empezaron a llover las traducciones: al catalán, al francés, al alemán, al italiano…Commonspoly empezó a llegar a personas que no conocíamos de nada y que lo compraban a través de la web. Todavía nos siguen llegando mensajes de festivales, escuelas, centros culturales o comunidades que han acogido al juego entre sus herramientas educativas.Una vez y gracias a la Fundación Daniel y Nina Carasso se convirtió en regalo de navidades para muchas Pudimos facilitarlo en sitios como el MACBA o en el Museo Reina Sofía. Pero también en pequeñas librerías y centros sociales ocupados.
En 2019, cuando la idea de imprimir el juego profesionalmente y distribuirlo a través de Traficantes de Sueños y su red de librerías independientes ya estaba asentada, comenzó el diseño colaborativo del Commonspoly – Edición verde. La cuarta y última edición, esta vez bilingüe y mejorada. Tenemos que dar las gracias a Txelu Balboa, Carmen Lozano, Pablo Navarro y otras personas que participaron de forma desinteresada en ese co-diseño. También dar las gracias a ECF, que co-financió la impresión de esta edición. Un juego que incluía un homenaje a muchas activistas de distintos lugares del mundo, incluyendo a algunas personas queridas como Moha Gerehou o Yayo Herrero.
En 2020 entramos a formar parte la red CreaTures, un proyecto de financiación europea que, a través de procesos de participación directa y co-creación, desarrolló investigaciones en torno a prácticas creativas que compartían la intención de apoyar la transformación hacia una sociedad más sostenible. El proyecto incluía Commonspoly como objeto de estudio, entre otras prácticas de otros agentes, en otros países. En el marco del proyecto, tras la irrupción de la crisis del COVID19 que obligó a alterar los planes previstos, se creó la red internacional de embajadores de Commonspoly en Portugal, Italia, Grecia y Finlandia. Esta red organizó una serie de partidas exhaustivamente documentadas con el fin de estudiar su potencial transformador.
En 2022 se produjo una nueva derivada: la Fundación Cerezales nos llamó para hacer una versión de Commonspoly adaptada al contexto de lucha medioambiental en la zona de la cantábrico-leonesa. De ahí nace «Commonspoly: Energías Futuras’, un prototipo desarrollado en colaboración con Guillermo Zapata y con un tablero diseñado por Ricardo Barquín. Este juego de mesa trata la problemática de las energías renovables en el estado español y pone sobre la mesa el debate acerca del modelo que permite la instalación indiscriminada de placas fotovoltaicas o molinos de viento por parte de grandes empresas vinculadas a la energía, en zonas rurales en las que el impacto eco-social será negativo a largo plazo.FOTO
Muchas cosas han pasado desde el último festival de ZEMOS98 en 2015 y, de forma similar a por aquél entonces coincidiendo con los 10 años de su nacimiento, sentimos que ha llegado el momento de cerrar un ciclo y despedirnos del Commonspoly, al menos tal y como lo hemos conocido hasta ahora,por lo que, cuando agotemos las últimas 100 unidades, no volveremos a editar el Commonspoly – Edición Verde aunque seguirá disponible online para su libre descarga.
Durante esta última última década hemos aprendido mucho jugando y observando partidas, sabemos que el Commonspoly no ha llegado a ser perfecto y que son muchas sus limitaciones a la hora de reflejar las condiciones reales de la ciudad contemporánea o profundizar sobre el fenómeno de la cooperación y sus ingredientes, pero sin duda ha sido un dispositivo para la mediación y la participación que nos ha traído infinitas alegrías y momentos memorables, aquí os dejamos sólo una parte de los aprendizajes que nos ha dejado y que también nos sirven para la vida una vez se recogen las fichas:
1. El juego como un acto de insurrección e imaginación colectiva
Commonspoly ha sido una herramienta muy poderosa para agitar la activista que llevamos dentro: durante la partida nos volvemos más humildes y curiosas, arriesgamos más, de forma desprejuiciada, hacemos preguntas que en otro contexto nos parecerían irrelevantes, desbordamos los límites de lo imaginado. Las conversaciones se vuelven profundas e interesantes casi sin darnos cuenta porque solo estamos jugando.
Cada partida es completamente diferente: es precisamente en las partes difusas o incompletas de Commonspoly donde reside su encanto, los mecanismos para conseguir la comunalización de los bienes pueden ser activados de maneras muy diferentes según el grupo y las dinámicas que establezcan para encontrar soluciones innovadoras. Pero a veces te encuentras con alguien que decide robar puntos de Bienestar sin que el máster de juego se entere, poniendo en un dilema ético a quienes juegan (a la vez que se parten de risa).
Pero si hay algo interesante que ha pasado mientras jugábamos es la proliferación de rebeldes insurreccionistas que proponen nuevos cambios en las reglas del juego, tensionan los límites y hasta boicotean las normas establecidas para la mejora y el disfrute pleno del acto común de jugar juntas. Lejos de ser un problema para el desarrollo de las partidas estos actos de soberanía popular suelen ser un triunfo de la imaginación colectiva.
2. Individualismo y pensamiento neoliberal pueden ser cuestionados a través del humor y el juego
Ha sido muy interesante observar durante años como se enfrentaban diversas personas a Commonspoly. Especialmente cuando los jugadores están poco acostumbrados a juegos en los que ganar no se concibe como un acto individual, el sentido y los elementos del juego pueden parecer demasiados complejos al principio. En la mayoría de los casos no son necesarias demasiadas explicaciones y todo comienza a desenredarse jugando. Desde el punto de vista del observador, es muy interesante ver cómo emerge la chispa de la estrategia común una vez las mecánicas del grupo están articuladas.
Además, jugar a ser el malo también puede molar. La figura del especulador en Commonspoly permite encarnar la crueldad y la banalidad neoliberal a través de un antagonista que va mucho más allá de la tradicional banca del Monopoly. Comprometido únicamente con la privatización de todos los recursos posibles del grupo y con las sanciones a quienes tratan de comunalizar los bienes, proporciona una catarsis colectiva a través del humor. Somos conscientes de que los efectos del individualismo y el pensamiento neoliberal son bastante brutales. Pero necesitamos espacios para encarnarlo de forma que podamos cuestionarlo a partir de mecanismos cómicos. Disfrazarse del malo para reírnos de él. Eso sí, nos referimos a jugar a ser malo, no a serlo de verdad.
Por último, no podemos olvidarnos de las Cartas de Situación o las Cartas Globales: ambas aportan, a menudo a través de situaciones inverosímiles o graciosas, una capa de ciencia ficción en el que las jugadoras tenían que enfrentarse a retos individuales tales como «Te has convertido en intolerante al chocolate, pierdes bienestar» o «Has entendido una performance sobre cambio climático de 8 horas, ganas legitimidad»; o a retos globales como «Las redes sociales colapsan por culpa de la muerte de Justin Beaber».
3. Las pequeñas acciones del juego ayudan a desbloquear dilemas abstractos
En torno a las partidas es posible que se desplieguen debates teóricos intensos en torno a la terminología y la filosofía del juego, puede pasar también que la lógica competitiva se traslade del tablero del juego al sparring dialéctico, parte de la potencia del Commonspoly es activar esos debates. Pero es también muy interesante observar cómo la misma filosofía de los comunes aparece de forma intuitiva a través del juego aún cuando en el terreno intelectual no se ha llegado a un consenso. Cuando las jugadoras conectan con el colectivo y actúan como una sola entidad tienden a coincidir en que no existen soluciones universales y que no se puede homogeneizar la realidad de cada contexto sino que es el colectivo quién puede acordar la mejor solución para cada caso.
Otra de las cuestiones abstractas que quedan perfectamente encarnadas en el juego es que el bienestar y la legitimidad son activos comunitarios muy valiosos. Y en la realidad no tienen forma de moneda, pero sí en el juego: para participar y promover los cambios colectivos debemos contar con condiciones individuales que nos permitan llevar a cabo las acciones. En el juego la legitimidad y el bienestar necesarios son fichas que inevitablemente trataremos como monedas por mucho que sepamos lo que simbolizan pero, durante la partida (así como en la vida real), la acción colectiva nunca tendrá lugar si esos valores no aparecen en las jugadoras.
4. La colectividad se construye sin diluirnos del todo en el grupo
Uno de los prejuicios que se cierne habitualmente sobre quién defiende modelos colectivos es que estos pueden generar un borrado del individuo y sus subjetividades. Es importante saber en qué somos mejores y también qué es mejor delegar en las otras para construir juntas el cambio social. Commonspoly propone unas habilidades concretas para cada tarjeta de jugadora de manera que se evidencia que, en la lucha por desprivatizar bienes, no a todas se nos da bien lo mismo y necesitamos entender nuestras virtudes y defectos como personas para ver qué es lo mejor que podemos aportar al grupo. Ell grupo se hace más fuerte cuando se identifica el valor individual de cada una y orgánicamente nos articulamos en torno a nuestras habilidades.
Asimismo, la chispa para la movilización colectiva a veces emerge de una persona capaz de inspirar al resto: es curioso que un juego que fomenta la cooperación nos haya hecho aprender que hay ocasiones en las que la chispa de la colectividad emerge de la valentía de una persona que decide dar el paso de proponer hacer algo juntas. No queremos romantizar, pero hay ocasiones en las que la colectividad hace click y se produce una marea de acciones que conducen hacia la victoria y, muchas veces, es fruto del despertar de una sola persona que rompe con los vicios del juego individual y consigue aunar las energías y las capacidades del grupo para un fin común.
5. La importancia de celebrar la felicidad de cooperar
El acto más poderoso en Commonspoly es la denominada Acción de Insurrección Colectiva. Una reunión en el Ágora Central del juego que remite a la idea de manifestación, donde las jugadoras, normalmente exhaustas y con poco bienestar, hacen un desembolso de legitimidad colectiva para conseguir desprivatizar de golpe varios tipos de bienes, que en el juego pueden ser medioambientales. Hemos vivido muchas veces ese momento jugando y fue emocionante. Ver como varias personas se ponían de pie para celebrar la desprivatización masiva de bienes es una de las imágenes que quedará para siempre en nuestra memoria.
Al terminar la partida, se haya conseguido derrocar al especulador o no, el grupo siempre recuerda y revive con alegría colectiva esos momentos en los que compartieron una comprensión común de la participación. Aún sin la vertiente competitiva a la que el Monopoly y otros juegos nos tienen acostumbradas, muchas jugadoras coinciden en que el propósito de trabajo colaborativo puede ser mucho más intrigante y también divertido.
No todo ha sido perfecto y por eso tenemos que aprovechar esta ocasión también para pedir disculpas. Con el objetivo de evitar distribuirlo en Amazon, contamos con una empresa de distribución pequeñita y los precios de distribución a determinados puntos lejos de Sevilla son muy caros. Además, en algunos casos no pudimos proporcionar un buen seguimiento de los envíos o tardamos demasiado en responder algunos mensajes, la verdad es que en algunos momentos no fuimos capaces de sostener la participación que activó el juego. A lo que se sumaba que no teníamos nada de experiencia en distribución de juegos de mesa así que ¡Lo sentimos mucho!
Hoy en día seguimos convencidas de que la lucha por el derecho a la ciudad se sigue dando también en los pequeños artefactos que a diario configuran nuestros sistemas de creencias y seguimos explorando y experimentando con formatos posibles que nos ayuden a imaginar respuestas para los retos del presente y su creciente complejidad.
Gracias a todas las que habéis comprado el juego, a las que lo habéis descargado y hackeado. Gracias a todas las que habéis reído y pensado jugando. Gracias a todas las que nos habéis hecho sentir el cariño por el juego. Commonspoly cierra una etapa pero cuidar los bienes comunes sigue siendo urgente y necesario.
Nos vemos en las calles, en las redes… o en los juegos.
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