Viendo tal cantidad de dinero en los bolsillos de las personas que pasean y pasean y vuelven a pasear por los mismos sitios hasta que ese dinero es intercambiado. Por un simple mareo, para embriagarse, para pasearse: por todo eso pagan, pagan e intercambian para que quien trabaja pueda después intercambiar con el que está aún trabajando. Así es el movimiento, la fluctuación, el cambio de manos que recorre nuestro dinero. Un dinero que mueve máquinas, que enciende luces, que consume: vidrio, plástico y cartón y que termina manchando los zapatos de los paseantes. Aún siguen paseando.
Ya es tarde, son pocos los que aguantan el tirón de una noche larga e intensa donde quizás el dinero haya sido el que más movimiento haya tenido. De la vendedora de claveles a la hamburguesería, de ésta a la noria y de la noria a la caseta, donde la vendedora ofrece incesante su mercancía.
Ya es temprano, caminas hacia el final, caminas hacia el final del movimiento del dinero, te miras y... mejor no decirlo, pero es que estás sucio, maloliente, te duelen los pies y además estás borracho. No importa mañana, te acordarás de la magnífica noche de sueños y mentiras que han logrado despertar tu ánimo sediento de catástrofe.
No importa la inversión la puedes dejar para mañana.

Hojas Sueltas de un Diario Absurdo.

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