Miedo y paranoia
Un camión de bomberos canadiense que acudía a colaborar en la extinción de un fuego en el estado norteamericano de Nueva York fue detenido en la frontera durante siete minutos hasta que los policías comprobaron la matrícula del vehículo.
Un hombre que estaba sufriendo un coma diabético en un autobús en la localidad británica de Leeds recibió dos disparos de una pistola eléctrica ante el temor de la Policía de que supusiera un riesgo para la seguridad de los viajeros.
La zona de equipajes del aeropuerto norteamericano de Portland quedó sellada durante seis horas al aparecer una sustancia blanquecina: resultó ser una mezcla de harina y azúcar.
Un guardia de seguridad expulsó a un hombre de un pub en Cairns, Australia, porque estaba leyendo la novela “El terrorista desconocido”. Algunos clientes se habían puesto nerviosos.
Hace unos meses viajaba a Birmingham vía Londres Stansted y, como me suele pasar desde que llevo barba, me pararon en el control del aeropuerto. Mientras esperaba a que registraran mi maleta, había un matrimonio con dos hijos pequeños a mi lado que también intentaba no perder los nervios y tener paciencia. Cuando llegó su turno, le hicieron beber a cada uno del biberón de sus hijos para poder subirlo al avión. Supongo que pensarían que si los padres ingerían aquello, no debía ser peligroso. A mi me hicieron meter mi desodorante (de bola) en una bolsita de plástico dentro de la bolsa de aseo. Asó los pasajeros estaráan seguros. También me tuve que descalzar y pasar mis zapatos por un escáner. Por un momento pensé que me detendrían por el olor.
En el aeropuerto de Sevilla me suelen cachear sólo un poquito, justo al entrar a la zona de embarque, después de haber pasado por el escáner. Hace poco le dije al chico de seguridad que me estaba toqueteando que tuviese cuidado, que mi novia lo estaba vigilando y no quería que se pudiera celosa. Parece que le hice gracia y dejó de tocarme. Mientras recogía mis cosas me comentaba que lo sentía, que a él en realidad le gustaba cachear a los pijos, confiscarles las colonias caras que llevaban y que no podrían subir al avión por exceder la cantidad permitida. A mi no me hizo tanta gracia como yo a él.
Hace un par de años iba con Felipe a Madrid y dos policías de incógnito nos pidieron la documentación mientras esperábamos el momento de subir al AVE. Nos hicieron sacar todo lo que llevábamos en la mochila, entre otras cosas un disco duro. Uno de ellos, el que hacóa de “poli bueno”, nos preguntó que si iba bien por USB. Felipe le dijo que no, que iba por Firewire. El policóa se quedó tranquilo, hasta que se dió cuenta que tenía el DNI caducado desde hacía 2 años, que podría meterme en problemas. “He estado ocupado, mucho trabajo y no he podido ir a renovarlo”.
El post de Guerra Eterna sobre los casos seleccionados las últimas semanas por Bruce Schneier llama imbéciles a aquellos que no se dan cuenta de que la paranoia es justo lo que buscan los terroristas. Pero es que al fin y al cabo, ¿quiénes son los terroristas?.
Es una constante de la historia de la humanidad desde que los hombres empezaron a agruparse en ciudades. El miedo es el mejor factor cohesionador para que los ciudadanos terminen haciendo lo que las autoridades quieren que hagan. El rostro del enemigo va cambiando, la necesidad que siente el Estado por controlarnos, no.
Casos de tortura policial y videovigilancia
Los casos de tortura policial en España no son hechos aislados, según Amnistía junto a Amnistía destaca la ‘utilidad’ de las cámaras en los interrogatorios para detectar malos tratos dan que pensar. Es desde luego preocupante que exista tortura (y existe), pero la propuesta de solución ante el problema que plantea Amnistía Internacional (AI) -instalación de sistemas audiovisuales de grabación en todas las comisarías del país- es sin duda muy polémica.
Como suele pasar en estos casos, aparecen por un lado los que apelan al derecho a la seguridad frente a los que están en desacuerdo planteando los derechos de privacidad y/o libertad, el debate se plantea, como presentamos en el libro de Panel de Control, entre las libertades civiles y la “ideología de la seguridad”. AI se debe sentir como el niño al que preguntan si quiere más a mamá o a papá, teniendo en cuenta que pretenden "contribuir a que se observen los derechos humanos en todo el mundo".
Uno de los problemas más serios en este tipo de noticias y declaraciones (más allá de la tortura en sí misma) es la naturalidad con que se trata el tema de la instalación y uso de cámaras de videovigilancia. Es como el caso de los taxistas que comentábamos hace unos días.
La progresiva implantación de la cámaras de vigilancia en espacios públicos, privados, lugares de trabajo, consumo y ocio, convierte ya en “invisibles” estas máquinas de visión, dispuestas a conocer nuestros hábitos, nuestros “tics”, pero también nuestros deseos o intenciones. Este “querer saber” convierte a la persona observada en personaje por efecto de la mirada “ficcionante”. Nos ocurre a nosotros mismos al observar en una pantalla a aquel que no se sabe observado. Nuestro poder sobre él lo ejercemos imaginando por un momento su vida, su procedencia, pensamos con una curiosidad característica, porque somos curiosos por naturaleza, por definición; pero pensamos también deseando desenlaces y este sentimiento es más complejo, más elaborado, ha sido educado.
El debate no se centra prácticamente nunca en la crítica hacia una sociedad cada vez más vigilada y centrada en una "cultura del miedo" y la paranoia. Sino que fomenta precisamente esa impronta de seguridad que los medios se encargan de lanzar sin mayor análisis o reprobación.
Los medios tienen una enorme responsabilidad en la conformación de esta paranoia colectiva como parte del imaginario social, pero han de hacer comprender que tienen la posibilidad y diría que la obligación de aportar un punto de vista distinto al que marcan las agendas políticas y hacer un esfuerzo por hacer comprender al ciudadano por qué estamos entrando en un camino hacia una sociedad vigilada.
Fundación Rodríguez desarrolla en su texto "La videovigilancia como género" precisamente una crítica constructiva acerca del uso de la videovigilancia:
La presencia de cámaras de videovigilancia es cada vez más habitual en el paisaje de la ciudad, en el mobiliario urbano a través de grandes torres de vigilancia de tráfico o mediante su integración en el diseño arquitectónico. Del mismo modo, las imágenes que proporcionan estas cámaras son capaces de conformar percepciones subjetivas y “elecubraciones ficcionantes”, participando cada vez con mayor peso en el universo mediático y en el imaginario social. La videovigilancia se transforma así en un género narrativo con subgéneros que van desde el humor hasta el suspense y el horror.
¿Los ciudadanos son conscientes del carácter coactivo del sometimiento a esta videovigilancia? ¿Se acepta como algo natural? ¿Es posible que no haya muestras de insurrección ante la mirada ajena invisibilizada pero siempre presente?
Parece obvio que la seguridad tenga mayor relevancia cuando se enfrenta a los derechos de libertad o privacidad, siempre que la cesión de esa libertad o privacidad esté justificada por la certeza de estar seguros (esto es complicado). Lo que no está demostrado es que las cámaras sirvan realmente para algo, más allá de la espectacularización que se hace de las imágenes en telediarios cada vez más sensacionalistas y maniqueos. De hecho, cuatro millones de cámaras (las que hay en Londres, por ejemplo) no han servido de mucho. Hay un uso indiscriminado y masivo de la videovigilancia, pero hay muy poco pensamiento crítico al respecto en los medios, en la política y, por ende, en la sociedad. Quizás no sea muy científico, pero leer los comentarios de la noticia de 20minutos.es me deja perplejo ante el consentimiento de los ciudadanos.
Anomalías urbanísiticas
Más anomalías urbanísticas, eso sí, no necesariamente sobre control social, en Urban(e)(istiques) Anomalie(ën)(s).
Tecnología contratecnología
La tecnología se puede usar para protegerse del abuso de la tecnología. Si los gobiernos o las empresas se pasan, la calle desarrollará métodos para la defensa. Un ejemplo clásico es la capucha, o ‘hoodie’ en el Reino Unido, que impide que las ubicuas cámaras de seguridad reconozcan al viandante y devuelve así la privacidad. Pero la tecnología puede volverse contra sí misma. Así nacieron el mando a distancia que apaga todos los televisores a la vista, o las bombillas infrarrojas que interfieren con los sistemas de lectura automática de matrículas, como los radares de tráfico. Ahora acaba de nacer el desconectador individual de móviles. Una caja negra que acaba con cualquier conversación de móvil en 10 metros a la redonda sin dar una pista: un aparato perfecto para el saboteador urbano que desea detener los abusos del móvil en el espacio público. Como el conocimiento no es cerrado, la guerra de contramedidas continuará, si el comercio y el estado siguen abusando. Lo pasmoso de los anuncios personalizados que asaltaban a los usuarios del metro en la película ‘Minority Report’ es que nadie pensara en llevar gafas de sol para librarse de ellos. Qué curioso que este tipo de defensas sea ilegal…
Yo, por ser sólo domingo, añado así a bote pronto acciones la Guía para la destrucción de sistemas CCTV de RTMark o el trabajo antisurveillance de Bill Brown y los SCP y documentación como el libro de Cómo hacer de Espías y la tira de Techno Tuesday :)
Vía Retiario.
Los sistemas de seguridad
Este nuevo vídeo del proyecto Apropiacionismo Móvil, “sin fin”, que se apropia de Millennium una serie producida por Chris Carter. En el episodio “Totalmente Abierto“, de la primera temporada, se hace una reflexión sobre los sistemas de seguridad. Este vídeo ha sido editado el 11 de noviembre de 2007.
Este vídeo está dedicado al libro “Panel de Control. Interruptores críticos en una sociedad vigilada” editado por ZEMOS98 y Fundación Rodríguez.
Otros vídeos de voluble en su vlog
Dosis de Coetzee
“Diario de un mal año”, JM Coetzee
Lo encuentro en el capítulo “Sobre el terrorismo”, dentro de “Opiniones contundentes”.
Recuerdo que, a comienzos de 1990, publiqué un volumen de ensayos sobre la censura. Causó poca impresión. Un crítico lo rechazón por irrelevante en la nueva era que estaba amanceiendo, la era inaugurada por la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS. Dijo que, con la democracia liberal extendida por el mundo entero a la vuelta de la esquina, el estado no tendrá ningún motivo para obstaculizar nuestra libertad de escribir y hablar como queramos: y, en cualquier caso, los nuevos medios electrónicos imposibilitarán imposibilitarán la vigilancia y el control de las comunicaciones.
Pues bien, ¿qué vemos hoy, en 2005? No sólo la reaparición de anticuadas restricciones de la libertad de expresión del tipo más burdo (como atestiguan las legislaciones en Estados Unidos, Reino Unido y ahora Australia), sino también la vigilancia (realizada por misteriosas agencias) de las comunicaciones telefónica y electrónicas del mundo entero. Es déjà vu una vez más.
Los nuevos teóricos de la vigilancia dicen que no va a haber más secretos, refiriéndose a algo muy interesante: que la era en que los secretos contaban, en que los secretos podían ejercer su poder sobre las vidas de la gente (pensemos en el papel de los secretos en Dickens, en Henry James), ha terminado; nada que merezca la pena conocerse no puede ser descubierto en cuestión de segundos y sin demasiado esfuerzo; la vida privada, a efectos prácticos, cosa del pasado.
Taxis y videovigilancia
¿Debería instalar una cámara en mi taxi, conectada con la Policía, para velar por mi seguridad?
¿Cómo afectaría esta medida al comportamiento de mis clientes?
¿Si el usuario se sintiera intimidado por la presencia de una cámara, dejaría de tener sentido este nilibreniocupado?
Son las preguntas que se hace el autor de Ni libre ni ocupado.
El otro día nos montamos en un taxi y le preguntamos que si “esa cámara que tiene usted ahí me está grabando” (Radio Taxi Giralda en Sevilla son pioneros en el uso de cámaras de videovigilancia en los taxis). El taxista alude al instante a la seguridad para hacernos ver que todo está bajo control, que sólo grabará si él le da a grabar, en caso de que viera algo sospechoso (¿seré sospechoso?). Si te toca un taxista parco en palabras, el cartelito te lo recuerda: “Este vehículo dispone de cámaras de seguridad AutoCam. ¡Por su seguridad se tomarán imágenes!”.
La periodista de 20minutos en la noticia que se enlaza lo tiene más claro que yo.
Un total de 150 taxistas de Sevilla han dejado de tener miedo a ser agredidos o atracados cuando están trabajando (…).
Gracias a la bambola por el aviso.
Un blog feliz
El escritor inglés Aldous Huxley escribe en ‘Un mundo feliz’: "el mayor de los triunfos de la propaganda se ha conseguido, no haciendo algo, sino absteniéndose de hacerlo". Es decir, ocultar en lugar de censurar. Confinar en lugar de mutilar. Menospreciar en lugar de silenciar.
De nuevo Escolar. Muy al caso.
Más en el descodificador.
Elogio de la tortura
En 2002, no muchos meses después del 11-S, la CIA y el Pentágono decidieron ser más creativos en sus métodos de interrogatorio. Ya tenían en su poder muchos supuestos terroristas capturados en Afganistán y había que sacarles toda la información posible. Rebuscaron entre los archivos y encontraron lo que necesitaban. La mejor fuente de información estaba en un programa de los años cincuenta llamado SERE (Survival, Evasion, Resistance and Escape).
SERE fue un programa de entrenamiento preparado para pilotos que pudieran caer en manos del adversario y que debían ser preparados ante la posibilidad de sufrir un duro interrogatorio. Lo más probable es que los carceleros fueran soviéticos o de algún país aliado de la URSS, por lo que se hacía pasar a los pilotos por las técnicas que se suponía que utilizaban los enemigos. No se trataba tanto de arrancar uñas o romper huesos. Cosas más sutiles: privación del sueño durante días, obligar al preso a mantener posiciones físicamente insoportables, exposición a calor o frío extremos de forma sucesiva, y la técnica llamada en inglés waterboarding.
En un amargo giro del destino, esas técnicas soviéticas han terminado siendo utilizadas por el Pentágono en Guantánamo y por la CIA en sus prisiones secretas.
Waterboarding es una palabra que persigue a la Administración de Bush desde entonces. Consiste en colocar al preso sobre una superficie inclinada, taparle la boca con un trozo de tela y volcar sobre él litros y litros de agua. El preso siente que se está ahogando y de hecho es lo que ocurre, porque en breves segundos el agua empieza a inundar sus pulmones. En menos de dos minutos, dirá todo lo que quieran escuchar sus torturadores. Así fue cómo Jaled Mohamed, el arquitecto del 11-S, contó todos los pormenores de los atentados.
Iñigo Sáenz de Ugarte en Público. Lo leí sobre el papel y ahora me lo recordó Escolar para recuperarlo aquí. Tiene total relevancia en nuestro panel de control y a mi me parece de lo mejor que he leído últimamente.
El resto en Guerra Eterna.